Hoy hemos visitado EL MUSEO DEL TRAJE DE MADRID con el único motivo de transitar. Sobra decir que es una joya imprescindible, sin duda alguna, que tenemos en nuestra ciudad de Madrid. Hemos indagado por los posibles encuentros estéticos que nos brinda un azar no tan azaroso o, quizás, nos hemos dejado arrastrar por posibles acuerdos sensoriales o por las fugas artísticas que nos impregnan de pronto. Los miriñaques, esas estructuras ligeras y flexibles que terminarían derivando en crinolinas; los corsé que constreñían el busto; los cubrecorsé en tafetán de algodón blanco, con jaretitas y puntillas de encaje; o esas prendas interiores de tafetán de seda con pequeñas colas cuyos colores beige, negro y fucsia con adornos en cuadros eran de obligado uso; o esas enaguas; o esos peinadores… El cuidado por el detalle de un vestuario donde cada hilada creaba prendas únicas e irrepetibles. Lo que nos sorprende aún es esa unión entre el ideal de belleza y la política. Pero seguimos recorriendo los pasillos… Todo nuestro trabajo ahora es caminar hacia un encuentro estético que será la verdad emanada para nuestro trabajo escénico, EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO.
Nuestra narrativa se podría definir como una narrativa vaga. La construcción de una estructura narrada y entendible se va tejiendo desde las fronteras, nunca desde la narración primaria. Pero, ¿qué es una frontera en el ejercicio de nuestra construcción dramática? Pues aquella que, aun no determinada, intuimos que es un hecho con un alto contenido estético, sin preocuparnos en esta fase inicial de su utilidad o viabilidad dramática.
Nuestro trabajo consiste en un empaparse. Se trata de acumular, acumular y acumular generando un vasto contenedor de experiencias desde donde poder partir, decidir y, sobre todo, desechar.
Hay algo hermoso en el desecho, en el escombro, en lo no útil, en la basura. Es obvio considerar que cuanto más hermosa es nuestra basura, más elevada será nuestra materia elegida. Y así es. En este hermoso rasgar hacia lo comprensible.
Quizás haya algo mistérico en nuestra manera de trazar las dramaturgias, algo intuitivo imposible de ser explicado en un plano de racionalidad. Nuestro modo de construcción, nuestra dramaturgia, definida filosóficamente como diagrama de fugas, se explica mejor
desde la idea del tubérculo, de lo rizomático de las patatas. Esa idea mapística de Guattari y Deleuze, donde toda fracción está conectada en una topografía heterogénea no piramidal.
Nuestro ejercicio estético es el mismo ejercicio que el de un árbol sediento: escarbar y escarbar para sujetarse bien fuerte. Sujetar el contenido elegido de nuestra pieza escénica.
Pero, ¿qué es lo más interesante de nuestra decisión por lo elegido? La variabilidad de la verdad. Trabajamos por y para el encuentro con la verdad. Sabemos que aquello que es verdadero, que teje una maraña rocambolesca y extraña entre lo ocurrido y el observador, es una verdad. Es como un puñetazo que te anula pero que te atrapa. Ahora bien, esa verdad surgida de la inmediatez, debe ser tensionada y llevada hasta el límite de su expresividad para limpiarla de todo aquello que le es inútil, descubriéndose así como algo íntimo y expansivo.
EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO es una delicada dramaturgia de la fugacidad. Cuanto más entendemos los fragmentos de historia que contamos, más entendemos que carecemos de ella, no necesitándola. Tratamos de contar, tan solo contar verdad.
Nos centramos en partes inconexas de vidas vividas. Estas partes que son ejercicios de memoria o ejercicios de recuerdos o ejercicios de sensaciones que completan un todo genérico. EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO nos sitúa ante cartografías humanas, no ante la vida.
Y todo parece disolverse en el surgimiento de lo poético. Qué paradójico es el hecho de no ambicionar contar HISTORIAS. Sin este objetivo mayúsculo, al contar lo mínimo de cada ser humano contamos la peripecia de NOSOTROS MISMOS. Qué efecto más curioso genera la elipsis, la hipérbole o la metáfora cuando las reduces a la escena, y cómo se amplifica todo cuando anulas el sentido epocal del ser humano…
Entonces, ¿cómo vistes lo que no tiene tiempo y emana verdad?
De ahí nuestro viaje al MUSEO DEL TRAJE DE MADRID.